
Cuando yo era niña mi mamá me contaba que ella iba y veía la tele con un vecino, porque casi nadie tenía una, pues en aquéllos tiempos, tal aparato, era toda una novedad.
No había programación todo el día, únicamente algunas cosas previamente anunciadas y el resto del tiempo la señal se perdía.
Para mi, mi madre había vivido como en una dimensión desconocida, pues yo no concebía la infancia de alguien sin las caricaturas de la tarde o las fanfarrias del Tío Gamboín y me parecía que su relato estaba un poco exagerado, tal vez para darme alguna lección de esas tácitas que las mamás quieren enseñarnos en su infinita sabiduría.
Ahora pienso en como les voy a explicar a mis hijos (cuando los tenga) sin que me perciban prehistórica, cuando hagan la tarea en alguna versión seis veces mas adelantada de la wikipedia que conocemos hoy en día y que difícilmente puedan creer que yo tenía que ir a la papelería y comprar estampitas y mapas (con nombres y sin nombres, con división política y con los ríos y las sierras madres.)
Creo que hasta las tareas que nos encargaban, hoy estarían pasadas de moda:
-¿Tiene estampas de “la vaca”?
Y la señora que atendía te entregaba una lámina con dibujos seccionados en la hoja de varios tamaños: en uno obviamente una vaca, en otro algunos productos lácteos y en otro una familia sentada a la mesa comiendo carne (obviamente de res).
Cuando se acercaba una fecha conmemorativa subían las ventas de las estampitas con la imagen del héroe histórico implicado en la festividad, enmarcadas como en un margen color azul y en el reverso con letras chiquititas escuetamente su biografía, la cual copiábamos a mano en hojas de máquina blancas a las que con mucho cuidado les habíamos trazado renglones a lápiz para poder borrarlos, dibujábamos una bandera y calcando el sello de una moneda le hacíamos el escudo y en un cuadrito de colores patrios trazado con nuestros colores marca Blanca Nieves pegábamos la cara del revolucionario o insurgente que nos habían encargado investigar.
Nos sentíamos orgullosos de entregar un trabajo (igualito al del resto de los de la clase pues no había mucha variedad en las papelerías de la ciudad) que en aquél entonces merecía un diez…hoy si un niño llega con eso lo mandan al departamento de psicometría a ver que anda mal.
Me río de todo esto y de que mis nietos, algún día se burlaran del Internet, los celulares y los automóviles que no volaban de sus papás…y el ciclo continuará.
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