miércoles, 6 de agosto de 2008

CARRETERA

No hay nada como cantar a gritos en la carretera, sobre todo si se trata de viejos éxitos que por alguna razón sabemos de principio a fin pero que nunca significaron nada en nuestra vida, pero que se quedaron en nuestra cabeza con el único propósito de poder soltar alaridos en ocasiones como esta.

A mi particularmente me gusta vociferar letras de Yuri, que a decir verdad cuando estuvieron de moda yo era tan chiquitita que no me explico porque las tengo grabadas en mi mente. ( no creo que a los ocho años, entendiera la de “es ella mas que yo?” )

La carretera tiene su lado fascinante, y eso que la última vez la recorrí en un automóvil, con cuatro mujeres mas, entre ellas mi mamá y mi abuela, y ya en conjunto somos una fuente inagotable que ocasiona muchas pero muchas paradas al baño.

Y es que de por si nunca dan ganas en momentos oportunos, las mujeres batallamos mucho mas por nuestras circunstancias físicas pero además atendemos a ciertos rituales que quitan mucho mas tiempo del que un hombre puede si quiera imaginar. Para empezar hasta en a los baños de la carretera vamos en grupito, por aquello de “cuidarnos” la puerta, detenernos la bolsa, platicar en el transcurso y claro compartir el labial y el peine en el espejo. (como si alguien mas, además de la monita que cobra en la caseta de peaje fuera a vernos)

Luego en cada tiendita compramos algún “chuchuluco” sacando a flote que lo malo de los viajes es que TENEMOS que romper la dieta como si alguien nos obligara a comernos esas papitas a deshoras a penas en el kilómetro 40.

Después de la sesión de música retro con canciones cantables de los 80s la pelea por el disco a escucharse se resolvió democráticamente dejando que cada una a su turno escogiera. Con eso puedo defenderme cuando mis conocidos sepan que escuché a Lola la grande, música de drogadictos encerrados en cocheras (a mi hermana le gusta y no me acuerdo de los nombres, pero cosas con muerte, hongos y veneno), regeatón, los Romances de Luismi, a Juan Gabriel, a una soprano que me da mucho miedo y pasito duranguense…. Supongo que algo parecido pasa en los autos de los demás con varios pasajeros separados por notorias brechas generacionales.

Yo siempre me quejo de la incomodidad y al final soy la que mas duerme en el camino. Soy la típica que se recarga en quien se deja, apoyando la cadera como de ladito. Improviso todo tipo de almohadas y como ya lo he dicho muchas veces y estoy haciéndome cada día mas “señora” ya pongo una toalla en el vidrio o una sudadera pa´ que no me de el sol…justo como antes lo hacía mi mamá y a mi me daba tanta vergüenza.

Cuando me tocó ir al volante tuve la desgracia de llevar a mamá, justo atrás de mi en mi oído derecho, para poderla escuchar cada vez que rechinaba los dientes, daba algún manotazo exagerado haciendo como que se agarraba de lo que podía para estar según ella a salvo o diciento entre despacito y fuerte ay, ay ayyyy….eso sin contar que ella en el tapete mueve su pie como que va frenando.

En otro trayecto tuve que viajar en camión…hacía años que no me enfrentaba a esta experiencia… y con la suerte de que viniera una señora con cuatro niños de edades en escalerita hasta llegar a un bebé latoso que justo llora cuando los demás queremos dormir. No faltó el grandulón que se quita los tenis, la señora “quejona” que todo le reclama al chofer, la otra que trae una bolsota llena de cosas que va todo el camino comiendo desde sándwiches comunes hasta naranjas que pela y reparte en gajos, el viejito que ronca, el niño que pregunta y pregunta a que hora llegamos y la fabulosa película mal doblada al español (me fue bien porque también hay veces que ponen de Cantinflas)

En fin…fue toda una travesía que me hizo recordar lo maravillosos que son los aviones.

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