domingo, 24 de febrero de 2008

Mercado de la Felicidad

Por Jeny Farias

Estoy parada en el pasillo de la comida congelada, decidiendo cual será el menú para hoy y mientras hojeo una revista de modas llena de mujeres que no me consta que existan, pues en mis cuatro paredes me veo a mi, y solo a mi y no luzco como ninguna de ellas, mi brillo labial no perdura por 18 horas y aunque la nueva crema para peinar te deje lista en 3 minutos, hay días que en verdad no los tengo.

Ya en la caja registradora mientras la señorita que cobra me ve otra vez con esa mirada diaria de compasión ante la soledad que ella adivina en mi (consecuencia por ver tanta película holliwoodense aspiracional de protagonistas miserables que teclean en el microondas el tiempo justo para calentar el plato desechable lleno de colorantes y saborizantes que nutriran su día)-¿Encontró todo lo que buscaba?-…

Ahora creo que no se que es lo que busco.Tengo treinta y dos pares de zapatos…Treinta y dos!! Y hace años que no salgo a bailar, el clóset lleno de ropa que no tengo oportunidad de ponerme además de mis aburridos pantalones de pinzas y trajes sastre de oficina.Gasto casi el doble al hacer el súper por mi obsesiva manía de comprar todo Light…y claro, como no he de hacerlo, si las ocho horas sentada frente a un monitor solo me acumulan kilos, que de tener tiempo de caminar alguna vez no estarían ahí y podría volver a probar el verdadero sabor del azúcar de caña.

Quiero recorrer el mundo…pero estoy demasiado ocupada trabajando para ahorrar y un día recorrer el mundo.

Soy lo suficientemente solvente como para tener la mejor mesa en cualquier bar de la ciudad, pero estoy tan cansada cuando el fin de semana llega, que lo invierto en food delivery, en películas de dvd y en cremas carísimas para la circulación de las piernas.

No será que estoy priorizando mal y que en un punto doble en la esquina incorrecta en el camino ese tan anunciado a la felicidad?

Me detengo un segundo a pensar que mis propios medios son los que están traslapando mis fines, que los caminos están enlaberintados y que por mas que recorra me encuentro en el mismo lugar y con las manos vacías como llegue y con demasiadas ocupaciones como para llenarlas de cosas que importan.

A veces ahorramos la vida para gastarla después, y le invertimos a lo que va a la baja sin darnos cuenta de la riqueza desmedida del tiempo, que se desgaja en pedacitos o momentos.

-Gracias por su compra y vuelva pronto…
-Si, hasta mañana.

1 comentario:

marichuy dijo...

Hola Jeny

Como si lo hubiera escrito yo... aunque no estoy segura en el número de zapatos.. jaja. Terrible nuestra posmodernidad de mujeres liberadas.

Saludos